Viajar para soltar: Cómo dejar de intentar controlarlo todo, me ha hecho un mejor líder
Liderar con mochila ligera: lo que me enseñaron los viajes sobre el control y la autenticidad
Siempre supe que quería ser una exploradora del mundo. No para escapar de la rutina, sino porque deseaba comprender la vida más allá de mis coordenadas conocidas. Me fascinaban los idiomas, las costumbres, los sabores, los paisajes. Quería entender qué mueve a las personas en distintas culturas, cómo viven, cómo piensan, cómo aman.
Lo que no anticipé fue que, en esos viajes hacia lo externo, empecé a encontrar muchas partes de mí que no había notado.
Descubrí que creía que el control sobre cada movimiento me daría libertad. Que si planeaba cada detalle, podría evitar errores o frustraciones. Pero el mundo me enseñó otra cosa: que la rigidez me alejaba de la vida misma.
De la selva al hielo: adaptarse para conocerse
He caminado la selva brasileña y cruzado el desierto del Sahara.
He sentido el filo del viento a -30 °C en tierras del norte, y la calma de un lago que refleja una ciudad en silencio.
He respirado el aire delgado de los Andes y sentido la elegancia fría de los Alpes.
He vivido donde el mar marca el ritmo de los días… y donde la altura te enseña humildad.
Aprendí a comer lo que nunca había probado, a sonreír sin entender una palabra, a moverme sin mapas.
Y en cada paisaje, lo más valioso fue esto:
Aprendí a adaptarme.
No solo al mundo, sino a mí misma.
Porque a veces, adaptarse es soltar la idea de quien creías que debías ser…
para por fin empezar a ser tú.
El falso confort del control
Durante muchos años, mi forma de liderar se apoyaba en la planificación estricta. Sentía que el control era mi aliada: si todo salía como lo había previsto, estaba a salvo. Pero los viajes me enseñaron que la vida rara vez sigue un guion.
Las culturas no responden a fórmulas. Las personas (incluyéndome) necesitan margen para equivocarse, explorar, descubrir.
Soltar el control no significó dejar de ser responsable. Fue aprender a confiar en mi capacidad de responder, incluso cuando no todo está bajo control.
Aprendí a caminar más ligera. Literal y simbólicamente. Porque cuando llevas demasiado peso, no puedes avanzar con libertad.
Liderar con presencia
Hace unos días, leyendo un artículo de Vishen Lakhiani —uno de mis mentores y guías en este camino de evolución personal—, recordé una frase de Bruce Lee que siempre me ha acompañado. No la dijo en una película, sino como parte de su filosofía de vida y artes marciales:
"Absorb what is useful, discard what is not, add what is uniquely your own."
Y esa, para mí, es la esencia del liderazgo.
Adaptarse sin desaparecer. Crecer sin perder la raíz. Liderar desde lo que somos, no desde lo que se espera que seamos.
Lo que me dejaron los caminos
Los viajes también me enseñaron el valor de la responsabilidad, pero no como una carga, sino como una forma de presencia y coherencia. Aprendí que ser responsable no es controlarlo todo, sino asumir con integridad mis elecciones, mis palabras, mi impacto. Que llevar una vida auténtica también implica responder con conciencia ante lo que elijo y cómo lo vivo.
Los viajes me enseñaron a hablar sin palabras, a pedir ayuda sin culpa, a encontrar belleza en lo diferente, a confiar en mi intuición cuando no había mapas.
Me mostraron que el viaje más desafiante no es el que cruza fronteras, sino el que te hace volver a ti.
Por eso, hoy en Kasvu, acompaño a personas que, como yo, están listas para soltar el control y liderar su vida con autenticidad.